“Mi nombre significa ‘Viento del Oeste’ en idioma Selk’nam, lo llevo desde que tengo 15 años, fue un nombre que mi mamá escogió para mí porque desde muy pequeño canto. Mi apellido es Yanten, que no es Selk’nam, pero da la coincidencia que en el idioma significa ‘arpón’; es una resignación de mi apellido, lo veo como tener un ojo incisivo, seguir mis metas, ir a la caza, para mí es un vínculo con mi ancestralidad. Esas dos partes de mi vida configuran mi quehacer, mi identidad. Trato de hacer honor a mis nombres”.
En la cultura Selk’nam los recién nacidos son nombrados por alguna característica física, y al alcanzar la pubertad se escoge un nombre que tiene que ver con lo que uno se dedica, algo que haga referencia a eso. El nombre puede ser escogido por uno mismo o por alguien más, generalmente es la comunidad quien los nombra.
Keyuk nació sin saber que era Selk’nam. Cuenta que cuando se enteró de su cultura tenía 8 años, e inmediatamente le surgieron muchas preguntas. Entonces, para ayudarlo a obtener respuestas, su mamá, Ivonne Gómez, le presentó a un tío de ella.
“Él era muy reticente a hablar de nuestra cultural, de nuestra familia. Sin embargo, en un momento descubrí que él sabía el idioma, porque en nuestras conversaciones solía matizar con algunas palabras -es necesario cuando uno habla de su cultura, te obliga a que lo hagas a través de tu idioma. Porque el idioma es reflejo de tu cultura. Entonces empecé a preguntar, quería aprender. Desde el primer momento resonó algo en mí, en mi memoria genética, en mi espíritu. Sentí que siempre hablé el idioma, que dentro de mí yo ya venía con ese amor”.
“Seguí preguntando, seguí aprendiendo. Lamentablemente no fueron muchas las instancias que tuvimos para compartir, porque mi tío vivía lejos, y además era una persona muy cerrada. Él murió cuando yo tenía 12 años. En ese momento yo pensaba que el idioma era hablado por más personas. Yo creo que mi tío no sabía o no sentía que era algo especial, lo sentía como algo propio, muy cotidiano. Cuando él murió, me di cuenta de que sus hijos, sus nietos, nadie le tomó interés a eso. Nadie sabía el idioma. Nadie lo aprendió”.
Un par de años más tarde, cuando Keyuk tenía 14 años, conoció a Cristina Calderón, hablante nativa del idioma yagán. “Ella me contaba que su marido era Selk’nam, pero que no conocía más gente que hablara el idioma, ahí empecé a sentir una responsabilidad grande. Comencé a escribir canciones y poesía porque no podía permitir que las palabras, el idioma, los sonidos, dejaran mi cuerpo, dejaran mi mente”.
“En ese momento yo solo conocía palabras sueltas, frases que mi tío abuelo nunca quiso traducir, que quizás el tampoco sabía cómo traducir. Empecé con un trabajo autodidacta de seguir aprendiendo mi idioma. Como existía el imaginario de que el Selk’nam en algún momento se iba a extinguir, fue mucha la documentación que se hizo. Muchos antropólogos y sacerdotes, escribieron mucho de nuestro idioma. Escuchaba audios que habían hecho otros Selk’nam en los años 60, así me fui nutriendo. Yo digo que hablo una reconstrucción del idioma, porque en ese momento no había nadie que me pudiera ayudar con la pronunciación. Finalmente, todas las lenguas evolucionan, son dinámicas, igual que las personas, igual que las culturas.
Keyuk recuerda la primera vez que recitó un poema en Selk’nam ante el público. “Fue en la Estación Mapocho. En un evento del pueblo Rapa Nui, me dieron el espacio dentro de su actividad para recitar una poesía. En ese momento no sabía cómo iba a ser la recepción, pero sentía que era momento de sacar esto hacia afuera. La gente tiene que empezar a asumir que estamos acá. Hubo mucho aplauso, mucha gente se me acercó, me decían que pensaban que el pueblo estaba extinto”.
Sobre este entendimiento Keyuk comenta “La gente no se cuestiona. Entonces, si la historia oficial te está diciendo que un pueblo se extinguió o que murió la última persona. Nadie cuestiona qué sistema de pensamiento está actuando detrás de eso. Es una visión muy racista, muy ligada a la pureza racial. Que para ser puro tienes que ser de padre y madre, tener ambos linajes, y cuando muere esa persona, se muere el pueblo. Sin embargo, no es así, porque esas personas tienen hijos, tienen descendientes”.
“No te puede hacer menos válido el mestizaje. Al contrario, así como todo se transforma, las poblaciones humanas también se transforman, porque entran en contacto con otras poblaciones y es parte de ser humano. Nosotros como pueblo nunca fuimos una sociedad endogámica, siempre fuimos exogámica. Entonces, a los abuelos les pareció natural mezclarse con el gaucho que vino de Argentina, mezclarse con los chilotes, se configuró una nueva población, pero seguimos siendo, seguimos manteniendo nuestras tradiciones, idioma, cultura, aspectos de nuestra cosmovisión”.
“Es un pensamiento bien utópico, al mismo tiempo, porque qué más quisiera yo decir que tenemos una cultura super viva. Sin embargo, claro que la colonización causó estragos, perdimos mucho. Nuestra cultura se vio muy simplificada, perdimos muchas canciones, mucha oralidad. Sin embargo, lo que sobrevivió lo tenemos muy fuerte”.
A nivel nacional, el 2005 Keyuk participó del Primero Coloquio de Jóvenes Indígenas. “Yo era el único niño Selk’nam, había dos niños Kollas, creo que había tres niños Kawésqar y dos niños Yagan entonces estábamos dentro de las minorías a nivel país. Ese momento de encuentro fue super importante y para mí, además, porque me presenté frente a otros pueblos indígenas, y pude sociabilizar con otros hermanos”.
Keyuk entró a la Universidad de Chile a estudiar Lingüística. “Puse mi carrera al servicio de mi idioma. Yo sabía, al salir del colegio que me iba a dedicar a esto, porque si no lo hace uno siempre vamos a tener que esperar a que haya académicos que se den la voluntad o el trabajo de describir nuestro idioma, de hablar de nosotros. Siendo que nosotros podemos hablarla y describirla”.
Para Keyuk a la gente Selk’nam la sociedad les exige verse de una manera para ser considerados parte de su pueblo. “Hay un imaginario de cómo nos debemos ver. La gente ve las postales, tazones, poleras con imágenes de Selk’nam, entonces cuando dices que eres descendiente o mestizo la gente tiende a comparar con ese imaginario. Nuestro pueblo tiene 12.000 años de antigüedad, ha sabido mantenerse y sobrevivir por milenos y vamos a seguir, la apariencia no nos hace menos Selk’nam. El humano es un constructo de todos sus orígenes, de todos sus abuelos.
Keyuk cuenta que le gustaría posicionar su cultura. “Creo que todas las culturas del mundo cumplen una función, cumplen un rol social, un rol espiritual. Cuando se extingue un conocimiento cultural, es una pérdida no solamente para el pueblo, si no para todo el mundo, para toda la humanidad”.
“Me gustaría poner en valor, ponerlo sobre la mesa, socializarlo lo que más se pueda. Entonces, si me invitan a coloquios, congresos, encuentros indígenas, mesas de trabajo, siempre voy a decir que sí, y siempre voy a querer aportar con esta perspectiva, y no desde una superioridad moral, sino con ánimos de aportar y de construir.